La vida está llena de oportunidades, solo hay que saber coger las nuestras. Por eso hablamos aquí sobre abrir una puerta. A veces pensamos que cuando algo se acaba, el mundo cae sobre nuestras cabezas de forma precipitada. Sin embargo, hay otra forma de verlo, y es que tal vez estamos siendo bendecidos con el don de una nueva posibilidad de comenzar otra aventura excitante.
Os proponemos un ejercicio de reflexión. En los próximos minutos, nos vamos a preguntar por qué se cierran las puertas, qué experiencia y sabiduría nos deja cada una de ellas y cómo podemos aprovechar estos conocimientos para abrir nuevos mundos llenos de oportunidades.
¿Has pensado alguna vez por qué se cierra una puerta? No olvides que estamos hablando en sentido figurado. Una puerta física puede ser cerrada por un empujón, por el viento, por accionar una manivela, por despiste… hay muchas posibilidades.
Ahora, vamos a extrapolar un cierre de puertas a la vida humana. ¿Por qué se cierran o las cerramos? Hay muchos motivos en los que podemos pensar ubicados en decenas de posibles escenarios. Veamos algunos:
- Una relación de pareja que se acaba. Puedes pensar que, cuando ya no queda nada por lo que luchar en tu relación, cierras la puerta, puesto que donde antaño hubo llamas y un fuego poderoso, ya no hay ni siquiera rescoldos o ceniza.
- Una amistad que se rompe. A veces, un buen amigo puede traicionarnos tanto, que somos incapaces de perdonarle. Le cerramos la puerta para evitar que siga haciéndonos daño y acabamos con una relación para alejarnos del dolor.
- Un trabajo que se acaba. Muchas veces, en trabajos en los que no estamos felices, o bien porque aparecen nuevas oportunidades de negocio, decidimos abandonar y buscar otros caminos profesionales. En ocasiones, son decisiones dolorosas y duras de tomar.
¿Qué pasa al cerrar una puerta?
En la mayor parte de las ocasiones, cerrar una puerta supone un enorme dolor. Si tienes que abandonar a tu pareja porque ya no queda nada de lo que hubo, acabar tu relación de amistad con alguien, dejar un trabajo en el que fuiste feliz, marcharte de la ciudad en la que vives… todo ello puede provocar un gran sentimiento de tristeza.
Ahora bien, pensemos en las circunstancias que nos han llevado a cerrar esas puertas. ¿Por qué hemos llegado hasta este punto? ¿Qué ha pasado para que tenga que dejar a mi pareja, persona que un día fue el centro de mi vida? ¿Por qué me tengo que marchar de la ciudad en la que soy feliz?
Reflexiona largo y tendido sobre las decisiones que tomas, y por qué has llegado hasta esa situación. No te dediques a juzgar a los demás de cuanto te pasa, y encuentra también tu parte de responsabilidad, porque siempre hubo algo que pudiste hacer mejor o debiste decir antes. O tal vez no, pero es necesario que lo sepas bien, lo analices y lo aprendas.
Se abren nuevas puertas
Ahora, una vez hemos cerrado la puerta y reflexionado sobre los hechos que nos han conducido a esta situación, llega el momento de descubrir nuevas oportunidades y disfrutar del mundo que se abre ante nosotros. Abrázalo con toda tu fuerza, porque aún queda mucho por hacer.
Has pasado una mala experiencia teniendo que cerrar la puerta a alguien o algo que amabas, te importaba o te importunaba. Has reflexionado y aprendido duras pero sabias lecciones tras lo ocurrido. Ahora, con esa nueva experiencia adquirida, debes mirar hacia el futuro con optimismo y descubrir las nuevas oportunidades que se abren ante tus ojos.
Tienes más experiencia y sabiduría. Úsalo para aprender de cuanto hiciste mal, y evita repetirlo. Aprende de cuanto obraste en el camino correcto, y refuérzalo en futuras experiencias. Aprovecha todas las oportunidades que te ofrece la vida.
Nada se acaba. Tanto si abandonas a un ser querido como si pierdes a un gran amor, tu vida no se termina. Aún te queda mucho por hacer, un gran número de puertas por abrir, aventuras de las que disfrutar, gente a la que conocer, trabajos en los que empezar, ciudades que visitar…