Otra experiencia que me llegó al alma fue la de una mujer de unos 30 años que vino a consulta con un problema emocional que le  había llevado a una depresión  desde hacía tres años, y que estaba afectando a su vida.

No recuerdo  bien su cara pero sí sus palabras.  Repetía muy resentida que todo lo que a ella le estaba pasando era por culpa de su padre.

Aunque la relación con el padre siempre había sido mala, había roto toda comunicación con él desde hacía unos dos años.  De hecho cambió de residencia para tratar de alejarse de lo que ella creía que era la causa de su depresión.

Se quejaba de una infancia sin muestras de cariño y una falta de amor por parte de sus padres que le  había marcado todas sus relaciones personales en las que siempre era abandonada.

Yo creo que lo único que le impulsaba a seguir hacia adelante era la lucha que tenia con ella misma y sobre todo con su padre (un hombre con mucha  autoridad que no le permitía poder tener flexibilidad en la vida).

Empezamos diferentes tratamientos entre ellos la regulación podal con color para trata de llevar la situación desde otra perspectiva diferente a como ella la estaba viviendo que no le permitía salir de su pasado, llevándola a sentir emociones de rabia y frustración.

Traté de explicarle que el problema no era él sino sus propios miedos que no le permitían ver que sus padres no lo habían sabido hacer mejor. Y en especial su padre, al que seguramente le tocó vivir una infancia muy dura, una época donde  predominaba principalmente el miedo y la falta de libertad y de Amor.

Empecé hablarle de la importancia del Perdón y que empezara a ver a su padre como un niño que había tenido todas las carencias de las que hablábamos.

No sé de dónde sacaba yo las palabras; le hablaba y hablaba de la importancia del Amor, cuando yo me sentía muy identificada con ella y había vivido lo mismo. Pero lo que sí es cierto es que esas palabras también me llegaban a mí.

Descubrí que a pesar de no haber tenido en mi vida ese Amor, por algún motivo era consciente de él.

Después de algunas terapias  empezó comprender, a entender que su padre no era ni el verdugo ni el responsable de que ella estuviera mal.  Y a partir de ahí empezó a cambiar  su actitud y a ir perdiendo la rabia que escondía la pena de ese vacío de Amor.

Poco a poco fue descubriendo  que el pasado ya no existía  pero sí un presente que ella misma podía cambiar.  Y así lo hizo.

Después de tenerlo muy claro, había que decidir actuar, llevar a la práctica todo lo que sentía, y eso no sabía hacerlo. Tenía la intención pero no podía materializarla.